Este relato está basado en la historia real de una familia de mi barrio con dos hijas: la menor amaneció muerta una mañana cualquiera, le hicieron sus exequias y la
enterraron. Con el pasar de los años, exhumaron el cuerpo y encontraron su traje rasgado y marcas de arañazos en la tapa del ataúd. Aterrados se dieron cuenta que había sido enterrada viva. La hermana mayor culpó a la madre por el descuido y el macabro hallazgo resultó aislando a los miembros de la familia por el resto de sus días.